Las claves de un rosal bonito
El primer paso es adquirir rosales fuertes y vigorosos en un centro de jardínería. Al plantarlos, el injerto debe quedar bajo tierra entre 2 y 5 cm. Requieren zonas soleadas, bien aireadas pero protegidas de fuertes vientos, y con un buen drenaje, porque sus raíces no soportan el encharcamiento.
Necesitan riego abundante cuando están recién plantados y mientras están emitiendo hojas. Se recomienda riego por goteo, no por aspersión.
Precisan abono con regularidad; el orgánico que se recomienda es el estiércol bien maduro. La carencia de éste, y también el exceso, hacen
al rosal más vulnerable a los ataques de plagas y enfermedades. Para mantenerlos sanos, conviene tratarlos periódicamente con un producto polivalente, que actúe sobre insectos y hongos a la vez.
Los chupones se deben eliminar, porque les quitan fuerza; los reconocerás por su tallo vigoroso que surge del suelo, no florece, es de tono verde claro y tiene hojas pequeñas. Además, se deben cortar las flores marchitas por encima de una hoja compuesta para que dejen espacio a las nuevas.
En la foto, jardín con rosas antiguas proyectado por el paisajista Jesús Moraime.