No te agobies, limpia una o dos habitaciones por día y ten a mano todos los productos de limpieza que vas a necesitar; el amoníaco es básico.
¿POR DÓNDE EMPIEZO?
Organiza un plan de limpieza, planifica y limpia habitación por habitación. Hazlo de arriba abajo. Empieza por el techo y paredes hasta llegar al suelo, es más ordenado y eficaz: lámparas, bombillas, cuadros, rodapiés...
En la cocina, empieza por los electrodomésticos: nevera, horno, campana extractora... Vacía armarios y cajones y limpia en profundidad, sin olvidar puertas y tiradores. Termina con la encimera y el suelo. Pasa un paño con agua tibia, jabón y un poco de amoniaco o bicarbonato a los azulejos del baño. No olvides el jardín y
la terraza; recoge los toldos y pon a los muebles fundas.
¿QUÉ HAGO CON LOS TEXTILES?
Lava y guarda la ropa de verano y saca las prendas de invierno.Aprovecha para hacer una limpieza a fondo del armario y donar todo lo que no usas. Descuelga las cortinas y lávalas, hemos tenido las ventanas abiertas y el polvo se ha depositado en ellas. Limpia cristales y persianas.
Rota o gira el colchón y aprovecha para pasarle el aspirador. Pon una lavadora con los cubrecolchones, faldones y almohadas. Cambia la colcha de algodón por el nórdico y ten las mantas a punto para cuando llegue el frío. Limpia a fondo las alfombras para quitar el polvo acumulado al estar enrolladas.
Y NO SE ME PUEDE OLVIDAR...
No pases por alto revisar la caldera y purgar los radiadores. Al estar tiempo sin usar, acumulan burbujas de aire en los circuitos y tuberías, lo que hace que calienten menos y disparen nuestra factura. Con el cambio de temperatura, las puertas y ventanas se pueden dilatar y no cerrar bien. Revísalas para comprobar que el aislamiento es perfecto. Si hay alguna corriente, coloca un cortavientos de cepillo o un protector de escobilla en la parte de abajo. Cambia los burletes de las ventanas si están deteriorados y comprueba que las estufas funcionan bien. Si tienes chimenea, limpia a fondo.