Un hotel rural en Cantabria

A sólo 20 km de Santander se encuentra el hotel rural La Posada de Villaverde, un palacete de 1912 rehabilitado con todo detalle.

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Probablemente la clave del encanto que irradia cada rincón de esta posada, incluida en el Club de Casonas, Posadas y Hoteles de Calidad de Cantabria, radica en que sus propietarios, María Pilar Chico Quintanilla y el decorador Salvador Díaz Ruiz, la compraron para hacer de ella su vivienda. El palacete fue construido para uso particular en 1912 por Javier González Riancho, el arquitecto que proyectó el Palacio de la Magdalena en Santander. Con el transcurso de los años, y después de pasar por distintas manos, aquel esplendor dio paso a un lamentable estado ruinoso. A pesar de las terribles condiciones en que se encontraba el edificio —María Pilar y Salvador Díaz Ruiz aún recuerdan cómo paseaban por el salón con el paraguas abierto para protegerse de la lluvia que caía entre las tejas derruidas—, los propietarios decidieron adquirirla en el año 2001 para convertirla en su vivienda. Como decorador profesional, Salvador se encargó personalmente de la rehabilitación del palacete siguiendo el proyecto original de Javier González Riancho. La colaboración de Francisco Concha permitió reconstruir los techos abuhardillados, teñidos por el buen hacer del equipo de Pintura y Artes Decorativas, que trabajaron la madera de pino hasta conseguir un acabado envejecido.

Las escayolas del techo, realizadas por Escayolas Artísticas Astursan, reproducían las utilizadas originalmente en el Palacio de la Magdalena. Pero, además del aspecto exterior, Salvador se ocupó de que su casa incluyera todas las comodidades necesarias para hacerla confortable: paredes y techos se aislaron del frío y la humedad, se instaló calefacción por suelo radiante y las escayolas se pintaron con una pintura especial que repele moscas e insectos, tan frecuentes en la zona. Una vez terminada, se dieron cuenta de que el palacete era demasiado grande para ambos y decidieron transformarlo en una posada llena de encanto, con siete habitaciones y un ambiente familiar que consigue que el viajero se sienta como en casa. Regentado por María Pilar, ofrece confort e independencia; de hecho, a las habitaciones se puede acceder directamente por una puerta trasera sin pasar por la recepción, antiguo salón de la vivienda. Los desayunos, servidos en una acogedora sala abuhardillada, deleitan el paladar con pan recién hecho, aceite, tomate, jamón ibérico y fruta, y dan energía al viajero para recorrer los alrededores. Y, cuando la fatiga aparece, el huésped puede descansar en este antiguo palacete que un día fue rescatado de la ruina a la que parecía estar condenado.
OTRAS ACTIVIDADES
 Cerca del hotel se puede disfrutar de la naturaleza: el Parque Natural de Cabárceno dista unos 10 km de la posada, y a 6 km se encuentran las playas de Langre, Laredo, Somo y El Puntal, ideales para practicar deportes náuticos. Los amantes del golf disponen de dos campos: el Real Club de Predreña, a 6 km, y el Club Ramón Sota Ballesteros, a 2 km. Y, por supuesto, merece la pena acercarse hasta Santander, a sólo 20 km del hotel.  

Dirección: Calle Rañada, 2. Villaverde de Pontones (Cantabria).

Teléfonos: 942 508 058 y 629 041 924.

web:www.posadavillaverde.com.

Email:villaverde@correo.com

Datos prácticos: El precio de la habitación doble en temporada baja es de 70 €; en temporada alta (Semana Santa, julio y agosto) es de 100 €. Los precios incluyen el IVA y el desayuno (consultar precios).
Las habitaciones tienen calefacción, bañera, televisor y teléfono. En la Posada de Villaverde no sirven comidas ni cenas, pero en el pueblo se encuentra el Cenador de Amos, distinguido con una estrella Michelín.

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El edificio se rehabilitó siguiendo el diseño original

proyectado por Javier González Riancho en 1912, con tejadillos, porche y fachada revocada en blanco y decorada con detalles de cemento pintado en verde.

El hotel dispone de una entrada directa a las habitaciones

para que, si lo desea, el visitante tenga total independencia. A ella se llega a través de una escalera de hierro protegida por un tejadillo de cristal.

El porche se decoró con maceteros de hierro patinado,

el único material capaz de no caer derribado por las embestidas del viento sur. Todas las plantas proceden de Rebolledo. Maceteros, de Becara.

El recibidor del hotel tiene un innegable aire familiar ya que, en realidad, era el salón de la vivienda.

Los propietarios decoraron la casa para sí mismos y, al convertirla en hotel, quisieron compartir con los visitantes su entorno privado. En el pilar destacan dos acuarelas pintadas por su hijo con versos de García Lorca.

La sala de desayunos se encuentra en la primera planta.

El techo abuhardillado reproduce el proyecto de 1912, con lamas de madera teñidas de blanco que se sujetan sobre vigas originales de pino rojo. La pared, revestida con una tela de Gancedo, y el mobiliario, de Becara, la hacen más acogedora.

En la recepción, sólo una discreta barra recuerda al visitante que ha llegado a la Posada de Villaverde y no a una vivienda privada.

El escritorio donde se formalizan las estancias se oculta tras un panel de obra decorado con una vistosa vidriera que permite el paso de la luz al salón. Aunque fue realizada por Alfredo Piris, amigo de la familia, para su antigua casa, los dueños decidieron trasladarla al palacete cuando terminó su rehabilitación.

Al ser zonas de paso, las escaleras y los pasillos se decoraron con materiales resistentes al roce que, sin embargo, crean ambientes cálidos.

El suelo se revistió con una moqueta de fibra de coco, uno de los materiales vegetales más duraderos. En las paredes se combinó pintura con un zócalo de papel vinílico que imita listones de madera y tiene una doble ventaja: protege los muros de posibles golpes de maletas y se limpia con una bayeta.

El mimo con el que se ha decorado toda la Posada se refleja, también, en los pequeños detalles,

como los números que indican el número de cada habitación. El hotel dispone de cinco habitaciones en la primera planta y otras dos en el ático, todas decoradas con muebles y revestimientos llenos de encanto.

Las habitaciones son acogedoras y están decoradas con buenas ideas.

Por ejemplo, en este dormitorio abuhardillado, la puerta que conduce al cuarto de baño se decoró con una lámina de vinilo que imita un cristal esmerilado decorado con motivos Art Déco. Las jambas de pino se pintaron con un acabado envejecido. Desde el escritorio situado junto a la ventana se disfruta de unas magníficas vistas.

Los cuartos de baño están pavimentados con losetas hidráulicas originales de 1912.

Cuando Salvador Díaz Ruiz proyectó la rehabilitación del palacete, descubrió las losetas ocultas debajo de un suelo de sintasol. Cada pieza se recuperó, limpió, pulió y se reutilizó en los cuartos de baño de la Posada.

Para llegar a la Posada de Villaverde,

toma la autovía Bilbao-Santander en cualquiera de las dos direcciones. A la altura del kilómetro 197 encontrarás una salida; métete por ella y a unos 2,5 km llegarás a un cruce que indica la localidad de Villaverde de Pontones. Sigue esta dirección con atención porque a unos 50 metros del cruce encontrarás el palacete que alberga el hotel.

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