Un edificio industrial rehabilitado
Todo en esta vivienda gira en torno a una duplicidad: el edificio, un antiguo espacio industrial, tiene dos plantas, y sus ambientes se funden y, a la vez, mantienen su independencia gracias a soluciones decorativas impecables.
Las dificultades que planteaba la rehabilitación de este edificio se convirtieron, tras su reforma, en grandes ventajas. Cuando el interiorista Jordi Vayreda se enfrentó al proyecto, se encontró con un gran espacio industrial, de altura considerable, y techos discontinuos. El primer paso fue distribuir la vivienda en dos plantas; en la baja se situaron los dormitorios y los baños, mientras que la primera planta se reservó para las habitaciones de uso común: salón, comedor y cocina, tres ambientes que comparten el mismo espacio, sin puertas que obstaculicen el paso de uno a otro. La irregularidad de los techos, con cubiertas de forma y alturas distintas, fue otro aspecto clave.
En la zona de estar, el interiorista optó por dejar a la vista el espectacular cruce de vigas de la cubierta. Sin embargo, en el espacio que aúna la cocina y el comedor, la inclinación del tejado era más suave. Para salvar la transición de una zona a otra, se diseñó un gran vano rectangular de DM lacado en blanco. Otra solución brillante fue sustituir las paredes que separan este espacio de la terraza mediante cerramientos acristalados. De esta forma, basta con abrir las cortinas para prolongar la sensación de perspectiva hacia el exterior y dotar a la estancia de una espectacular entrada de luz natural.
Esa misma búsqueda de la luz se trasladó, también, a la planta baja. En el dormitorio principal, parte del original armario se dejó sin trasera. Así, basta con desplazar la puerta corredera hacia el lateral para que la claridad que entra desde la ventana atraviese las baldas y envuelva la zona de descanso en una acogedora iluminación natural.
En una vivienda tan amplia y dividida en dos alturas, se imponía crear recursos que dieran unidad a la decoración. Los revestimientos cumplieron a la perfección ese papel: las paredes, pintadas de blanco, y el suelo, pavimentado en madera, sirven de hilo conductor a lo largo de toda la casa. El color blanco se convierte, a su vez, en una seña de identidad del proyecto. Parte de los muebles fueron elaborados en DM lacado en este mismo tono, con diseños realizados por el interiorista. Junto a ellos, muebles tapizados en gris, con detalles en verde y rosa palo, envuelven en una atmósfera de intimidad los ambientes. Un equilibrio entre tonos fríos y cálidos que demuestra cómo la dualidad puede traducirse en pura armonía.
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