Muebles realizados a medida, antigüedades recuperadas y piezas de diseño conviven en cada estancia de esta vivienda, que destaca por su marcada personalidad. Una característica que se enriquece con la funcionalidad, requisito indispensable para acoger a una familia con cuatro niños. Nada más acceder al salón se percibe la agradable sensación de placidez que procede del juego de texturas y acabados presentes en el mobiliario y los complementos.
Lana, terciopelo, seda y cuero visten maderas oscuras, lacas blancas y plásticos en perfecto equilibrio. Toda la estancia recibe la cálida luz natural que entra desde dos zonas: un enorme ventanal con vistas al jardín y una claraboya situada sobre el comedor. La cocina —con una distribución en forma de L y un office cómodo para almorzar a diario— y el pequeño jardín —al que se accede directamente desde la zona de estar— comparten espacio en la primera planta con el salón y el comedor: los dormitorios y cuartos baños se encuentran en las plantas superiores. La habitación principal se proyectó como una suite, un ambiente completo con baño, vestidor, dos terrazas y zona de descanso, amueblada con piezas recuperadas.
Toda una planta se reservó para los más pequeños, con sus dormitorios planificados para ser disfrutados con una decoración vitalista y alegre, en la que los muebles de almacenaje resultan fundamentales. Se apostó por espacios amplios que invitasen al juego y al disfrute, con piezas de mobiliario muy actuales. Las camas son un ejemplo de este espíritu, realizadas a medida por un carpintero para aprovechar el espacio y de poca altura para no saturarlo. Tanto por actualidad como por seguridad, los peldaños de la escalera se enmoquetaron en morado.
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Sobre una base acertada son los complementos los que ponen la nota de distinción al salón. Los muebles a medida son cómplices de una distribución perfecta: módulo bajo y librería -diseño de María Lantero, de Málamo- y mesa de centro, encargada a un carpintero. Sofás y cortinas, de Gastón y Daniela. Lámpara de mesa, de Santa & Cole. La mesa auxiliar de espejo y el jarrón de madera son de Habitat.
Sobre la librería baja del salón: jarrones altos y gallina, de Habitat. Resto, de Batavia.
Una decoración con recuerdos de familia
Las piezas antiguas a las que los propietarios tenían especial cariño resultan una propuesta encantadora al encajar a la perfección en la decoración. Detrás de las butacas se ubicó el escritorio y, junto a él, un biombo que delimita los espacios. Butacas adquiridas en la Feria del Mueble. Manta gris, de Usera Usera y cojín de seda, de Batavia. Libélula, de Becara.
Alfombra blanca, de Gastón y Daniela. Lámpara de pie, de Becara. Espejo, de Abaka. Foto en blanco y negro enmarcada, de Batavia. Sobre la mesa de centro: plato de madera, de Batavia. Cojines, de Usera, Usera, Batavia y Gastón y Daniela. Los arreglos florales suavizan la intensidad de los dos sofás, en marrón.
Gracias a la luz cenital, una característica particular que obliga a prescindir de la lámpara de techo sobre la mesa, pero que aporta una iluminación muy agradable debido a la claraboya que queda justo encima. La mesa antigua se combinó con seis sillas diferentes dos a dos: con forma de huevo, de Habitat; modelo Gosht en los extremos y Dr. Yes junto a la escalera, de Kartell. Jarrones, de Batavia. Alfombra, de KP.
Para revestir la cocina se escogió una atrevida combinación cromática: morado y gris. En el centro de la estancia se instaló una isla, que aumenta la superficie de trabajo. Encimera, de Silestone.
Junto a la isla central en la cocina se instaló una zona de office con un banco, una mesa de comedor y unos taburetes. Mesa y lámpara de techo, de Ikea. Taburetes, de Batavia.
El pequeño jardín, al que se accede también desde la cocina, mide algo más de 32 m², se presenta muy apetecible con un sencillo estar rodeado de vegetación. Mesa y menaje, de Becara. Cojines de seda azul y farolillos metálicos, de Abaka.
Un dormitorio clásico y femenino
En el dormitorio principal se ha recreado un ambiente relajado de inspiración clásica donde el cabecero de forja en un tono natural, las mesillas y la cómoda, también heredadas, definen la decoración. Cabecero, de Núñez de Balboa. Ropa de cama, de Musgo. Cuadro y banco de madera, de Batavia. Lámpara de mesa, de Santa & Cole. Butí estampado y manta, de Becara. Moqueta, de Gastón y Daniela.
La cómoda, junto con las mesillas, son piezas heredadas.
El baño está marcado por los revestimientos, en mármol beis. Toallas y botes, de Textura. Taburete, de Batavia. Cesto de la ropa, de Meridiana. Cuadro, de Brocar.
Con cuatro niños pequeños, los dormitorios infantiles se idearon para que resultaran prácticos, seguros y muy funcionales, con espacio para guardar todos los juguetes y trastos que acumulan. Hasta el distribuidor se aprovechó para colocar un mueble de gran capacidad de almacenaje.
Dormitorio infantil perfectamente equipado
Moqueta, de Gastón y Daniela. Colchas en un tono neutro, de Málamo; y rosa y roja, de Becara. Cuadros de animales, de Ikea. Cojines: de animales, de Zara Home y lisos, de Maison Decor. Alfombras redondas, de Ikea. En el distribuidor: mueble auxiliar y alfombra, de Ikea. Fotos, de Fann.
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