Un dúplex con porche y jardín
Una distribución bien planificada permitió crear espacios diáfanos en la planta baja y un amplio dormitorio con cuarto de baño en el altillo.

Una de las ventajas de adquirir una vivienda nueva es que no suele ser necesario embarcarse en molestas reformas. Sin embargo, en el caso de este dúplex barcelonés esa ventaja se convirtió en un inconveniente, ya que a los propietarios no les gustaban algunos de los acabados elegidos por la constructora. Por ejemplo, hubieran preferido un suelo de madera en vez de las losetas cerámicas instaladas.
Pero tenían claro que la sustitución del pavimento de toda la casa suponía una obra de gran envergadura y un coste demasiado alto. Por eso acudieron a la interiorista Mónica Pérez Santana, de Estudio Cometalledo, para que diera un aire diferente a la vivienda sólo con recursos decorativos. El problema del suelo se solucionó con alfombras que ocultaban las baldosas y, además, delimitaban visualmente cada ambiente. Esta última era una función esencial, ya que la decoración de las zonas comunes se basó en crear un único espacio diáfano que diera sensación de amplitud.
Desde el recibidor se pasa, a través de un vano sin puerta, al salón, y junto a él se encuentra el comedor. Para potenciar aún más la continuidad, se recurrió a una solución muy eficaz: utilizar un color —en este caso, el naranja— como nexo de unión entre los tres ambientes. La lámpara del recibidor, las tapicerías de la zona de estar y las sillas pintadas en naranja del comedor delimitan visualmente este espacio compartido. Es más, este color se utiliza, también, en los cojines del porche. Aquí, la interiorista organizó una agradable zona de estar con un sofá, una butaca y un par de mesas de centro que permiten disfrutar del jardín.
Mónica Pérez Santana también se centró en la cocina. Como era muy espaciosa, en el centro se creó un comedor de diario con dos mesas unidas y varias sillas plegables. Además, la constructora había revestido la cocina con un zócalo de azulejos blancos y pintura a tono. Aunque era muy luminosa, resultaba algo fría, sobre todo teniendo en cuenta que en ella se iba a hacer gran parte de la vida familiar.
Para que resultara más acogedora, la pared se pintó en un suave color topo, y el comedor se delimitó con una estera. El altillo —sin duda, el gran atractivo de la vivienda— se reservó para montar un dormitorio tipo suite, con cuarto de baño incorporado y terraza. De nuevo, el color se utilizó para potenciar la sensación de unidad: en la zona de descanso se situó una alfombra de fibra de coco gris, el mismo tono en el que se pintaron las paredes del cuarto de baño. Respecto a los muebles, la idea era no recargar el espacio con una profusión de objetos.
Tampoco se quería crear ambientes monótonos con diseños del mismo estilo. Por eso se eligieron piezas escogidas, de materiales diferentes. Como el banco que hace de consola en el recibidor, la mesa de centro de hierro o las butacas de banano en el salón. Una sugerente combinación de formas y acabados con la que se consiguieron ambientes originales.