El edificio tenía historia: en él había vivido durante largas temporadas el escritor cántabro José María de Pereda, y en él creó su novela costumbrista Sotileza. Pero la rehabilitación de la casa tenía su complejidad. Los dueños anteriores habían realizado una reforma en los años 70, ocultando bajo la apariencia de madera elementos de gran belleza, como los frisos de las paredes o algunas molduras de escayola. Además, las obras implicaban ciertas dificultades. La estructura del edificio era de madera, y cualquier alteración en la distribución del piso podía ser peligrosa. Por eso, María Pardo Estudio hizo muy pocos cambios: solo trasladó la cocina a un dormitorio y suprimió un tabique.
Otra dificultad era que las paredes estaban hechas con ladrillos macizos, en lugar de huecos, y en ellos no se podían abrir rozas. “La normativa pide una instalación eléctrica nueva, pero no se podía hacer por las paredes. Así que teníamos que elegir entre pasarlas por el techo o por el suelo”, explica María Pardo. Los techos, con el magnífico fresco en tonos ocres de la zona de estar y las molduras de escayola en toda la casa, eran espectaculares, así que se decidió hacer las nuevas instalaciones por el suelo. Pero eso implicó un nuevo problema. Al elevar el nivel del suelo, las puertas originales de la casa quedaban demasiado largas.
Lo cierto es que la mayoría de las puertas estaban deterioradas, pero los ebanistas que trabajan con el estudio realizaron unas magníficas réplicas de las originales, de las que aprovecharon vidrieras y cristales. Solo se mantuvo la del salón, con dos hojas correderas a las que se fijaron nuevas guías para evitar cortarlas. Ventanas y miradores se renovaron con la misma estética de las antiguas, pero con doble acristalamiento para aislar térmica y acústicamente el piso. El resultado es una vivienda acogedora y con carácter, con el color gris como hilo conductor de la decoración y muchas risas entre amigos alrededor de la mesa…
Realización: Cristina Rodríguez Goitia.