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El origen de esta casa asociada al mas o finca agraria, se remonta a las villas romanas, de planta rectangular. Construida con piedra de la región, tiene tejado a dos aguas que, en las zonas cercanas al mar, se puede sustituir por terrazas. Lo habitual es que las paredes orientadas hacia el viento se dejen ciegas, y sólo se abran ventanas -a veces rematadas con detalles góticos- en el resto.
Puertas y ventanas se enmarcan con grandes bloques de piedra, y la entrada principal a la vivienda se realza con un arco de medio punto.
En el interior, destaca la característica volta: un techo de obra vista con forma abovedada. Los suelos, de barro cocido, contrastan con los muros revestidos con cal. Clave, en la cocina, era el llar de foc, el fuego bajo que constituía el centro neurálgico de la masía.
Entre el Vall d’Aran y el Pirineo Oriental, las casas se caracterizan por una cubierta de pizarra con una pendiente muy acusada por la que la nieve resbala. En ella se abren las caputxines, ventanas angostas que sobresalen de la cubierta. Las contraventanas de madera son esenciales para aislar los vanos durante los temporales. Las casas se enclavan en la tierra para mantener el calor, y la fachada, de piedra, se orienta al sur para aprovechar la luz solar.
En las edificaciones de dos plantas, la baja se utilizaba como almacén de aperos y de productos agrícolas, mientras que la vida familiar se realizaba en la alta, abuhardillada.
La madera es clave en el interior: está presente en suelos, viguería y en el entrevigado de los techos para contrarrestar la dureza de un clima extremo en el invierno.
La casa ibicenca surge a partir de un bloque inicial, sa casa, al que se le añade un bloque rectangular o cassament, que alberga la cocina y la sala o porxo, donde se dormía en el invierno, sobre bancos de obra. El porxo está enmarcado por un pórtico que aísla del calor en el verano. Si hace falta, se le pueden añadir habitaciones en el piso superior o cases altes, así como terrazas cubiertas. El cassament es bajo y cerrado hacia el Norte, pero hacia el Sur se abre con la porxada, una terraza cubierta que se sitúa sobre la sala. Las fachadas encaladas en ocasiones se decoran con toques ocres y añil.
En el interior, con suelos de barro o de gres, los muros se decoran con cal y pigmentos terrosos
Las ventanas, pequeñas, se abren en el centro de la pared para garantizar el frescor en las horas más intensas de calor
El edificio se construye en piedra de marés, pero la fachada se cubre con una mezcla de barro cocido, yeso, madera y cemento, que aporta una textura muy peculiar. Sus muros se realizan con dos paredes de piedra y una capa intermedia de ripio y mortero, que absorbe el calor en el verano y lo refracta hacia el interior en el invierno. El tejado tiene dos revestimientos de tejas árabes que se colocan a la vez de forma cóncava, para conducir el agua, y convexa, para aislar el edificio del calor.
En el interior, hornacinas de obra, arcos, mosaicos en la pared y suelos de barro o empedrados.
Vivienda de propietarios de grandes terrenos, la possessió combina elementos de las casas andaluzas -se organiza alrededor de un clastra o patio central- y detalles góticos traídos por los catalanes en la invasión del siglo XIII.
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