Una casita de playa en el Norte
Al modificar su distribución, esta casita de pescadores se convirtió en un hogar acogedor, decorado en los colores de la naturaleza.

Los propietarios de esta acogedora vivienda siempre habían veraneado en la costa gallega. Por eso, cuando descubrieron esta casita de pescadores, situada muy cerca de las de sus familiares, no pudieron resistirse: harían de ella su segunda residencia, un hogar pensado para disfrutar de sus vacaciones. Pero antes de instalarse, sería necesario dedicarle una pequeña reforma para acondicionarla a las necesidades de sus nuevos dueños.
A la hora de restaurarla, decidieron respetar la arquitectura del edificio —no querían desperdiciar el encanto de las construcciones típicas de la zona—, pero tuvieron que modificar la distribución original. Deseaban una casa cómoda, de una sola planta, en la que se aprovechase bien el espacio y que favoreciera el ajetreo de una casa próxima a la playa. La vivienda, de unos 100 m2 y planta rectangular, tiene ahora un salón con comedor, la cocina, tres dormitorios y dos cuartos de baño. Uno de los aspectos que más se cuidaron al rediseñar la nueva distribución fue que la luz natural llegara hasta el último rincón. Por eso, todas las habitaciones cuentan con amplios ventanales que dan al exterior.
Finalizadas las obras, llegaba el turno de decorarla; una tarea que decidieron encargar a Rebeca Terrón. Fue ella quien les aconsejó crear un pequeño recibidor con un tabique de medio cuerpo y, de este modo, separar la entrada del salón. Siguiendo los gustos y deseos de los dueños, Rebeca se basó en la gama de los colores de la tierra y la naturaleza —desde verdes y marrones hasta tostados y crudos pasando por ligeros toques naranjas— para decorar cada uno de los ambientes. Una combinación con la que se logró crear una atmósfera cálida y relajante. Además, al contrastar estas tonalidades con blancos y beis se consiguió potenciar la luminosidad. Para evitar que el fondo verde oliva de las paredes resultase apagado, se escogieron muebles de maderas oscuras. Sólo el comedor, por ser un espacio más reducido, se amuebló con piezas pintadas en blanco.
En esta zona también se matizó el color de las paredes; el verde oliva se combinó con un zócalo de papel pintado en una tonalidad más clara. En cuanto a las telas y tapicerías, predominan los tejidos lisos en tonos crudos —sin duda la mejor opción para contrarrestar el color oscuro de las maderas—. Para dar a la decoración un toque informal y campestre, se añadieron detalles a rayas en tonos marrones y discretos estampados florales en verdes y fresas. El suelo de barro, los complementos en cuero y las fibras vegetales contribuyen a reforzar ese ligero y atractivo aire rústico que se respira en toda la vivienda.