Aunque esta vivienda gerundense es de obra nueva, la atmósfera que desprende destila esa calidez que sólo se respira en casas con historia. El estudio de arquitectura Lizarriturry Tuneu fue el artífice de este singular salto en el tiempo cuando los propietarios, una pareja joven con dos niños, le encargaron el proyecto. Su idea era disponer de un salón amplio en el que todos pudieran disfrutar de la vida en familia. La propuesta de los arquitectos fue más allá, con un espacio diáfano en el que, también, se integrara la cocina. La diferencia estribaba en el concepto: una nave, con reminiscencias del estilo industrial, cuyas dimensiones serían poco habituales.
Poco a poco, el proyecto fue cobrando forma. El estudio Lizarriturry Tuneu trabajó en dos frentes. Por un lado, respetó al máximo las características arquitectónicas de la zona. Por otro, incorporó a la vivienda revestimientos adquiridos en empresas especializadas en materiales antiguos recuperados. A ellos se debe ese encanto que envuelve el salón, con paredes de ladrillos desgastados y pintados en blanco que se prolongan hasta un techo casi inalcanzable. Para lograr esa sensación de espacio infinito, los arquitectos suprimieron muros y sujetaron la cubierta del techo con cerchas más anchas que las vigas, lo que permitió separar entre sí las paredes.
El cemento pulido —un material que en el pasado se reservaba en exclusiva para uso industrial— potencia ese aire de loft que se busca en la vivienda. Lo encontramos en la cocina y en el cuarto de baño, tanto en el pavimento como en paredes, estantes volados o muebles de obra. Detalles que se suman a una decoración en tonos claros, con una distribución flexible en la que los muebles cambian de lugar para adaptarse a un estilo de vida familiar y dinámico.
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En la fachada se reprodujeron los elementos típicos de la arquitectura del Ampurdán, como la pintura texturada de la fachada o los porticones: hojas de hierro forradas con madera de roble que, en el invierno, protegen el interior del frío y el viento. En el suelo, los arquitectos utilizaron losetas de barro antiguas. Sofá y mesa, de Ikea. Cojines, de Luzio, CoriumCasa y Filocolore. Cesto, de Filocolore. Manta, de Luzio. Apliques, de Otranto.
La iluminación en el jardín
Detalle de los portavelas, de Sia, que iluminan las noches veraniegas.
Un salón para grandes reuniones
El espacio así como la distribución -con asientos diseminados en torno a la alfombra y el puf que sirve de mesa de centro- dan lugar a amenas tertulias en el salón. El suelo, de roble francés macizo, invita con su calidez a sentarse e, incluso, tumbarse sobre los cojines a lo largo de improvisadas y divertidas veladas informales. Puf, de Coco-Mat. Alfombra, de Woodnotes. Mantita, de CoriumCasa.
Las puertas de acceso al jardín se realizaron en hierro, con la forma conocida en la zona como “arco de carro”. Su ancho y los remates en curva permitían el paso de carruajes. Ventanas, de Ferros Forjats Genís. Letras y cojines, de Lu Ink. Sofá y butacas, de Ikea. Cestos de fibra, de Filocolore. Lámpara, de Habitat. Velador de madera, de Coco-Mat.
Salón y comedor en dos alturas
Un mueble de obra, que incluye la chimenea, separa la zona de estar del comedor. Su altura es la necesaria para desempeñar su función como elemento divisorio sin obstaculizar la sensación de perspectiva en el salón. Chimenea, de Ferro i Foc. Cojín de patchwork y cesta con asas, de Luzio. Los cojines apilados en el suelo son de Lu Ink. Lámpara, de Habitat. Cortinas, de Filocolore. Sobre el mueble bajo, libros, de India & Pacific.
Continuidad entre el comedor y la cocina
Nadie diría que la cocina, situada al fondo, se abre a ese gran espacio que comparte junto con el comedor y el salón. El estudio Lizarriturry Tuneu ocultó la campana tras un frente de obra para que, desde la zona de estar, se tuviera la sensación de contemplar una pared en lugar de los elementos que identifican a una cocina. Por eso, la nevera se camufló bajo una capa de pintura de pizarra negra.
Las cubetas del fregadero se encastraron en una encimera de roble americano, para mantener la coherencia con el comedor.
Tanto el comedor como la cocina se pavimentaron con cemento pulido, otro pequeño homenaje a la estética industrial. La zona de cocción, situada detrás del fregadero, se alicató con una cerámica tradicional realizada a mano, que protege la pared de manchas. Azulejos, de Raventós Cerámicas. Mesa y banco, de Habitat. De venta en Lu Ink: cojines, mantel, cuencos y botellas de cristal sobre la encimera. Lámparas, de Vinçon.
Dormitorio infantil: para jugar y estudiar
En el dormitorio infantil se dio prioridad al espacio lúdico y al destinado a hacer los deberes. La litera, adosada a la pared, deja la habitación despejada para jugar y colocar una mesa con sillas. Elefantito, de Filocolore.
Literas, alfombra y lámpara, de Ikea. Mesa y sillas, de Babillage. Cojines en el suelo, de Coco-Mat. De Filocolore: colcha, cojines en las camas.
En el dormitorio principal se integró el cuarto de baño. El suelo y el mobiliario de madera envuelven en calidez un espacio concebido para olvidar las tensiones y entregarse por completo al descanso y el relax. Cama, de Habitat. Mesillas, de Ikea. Ropa de cama, de Filocolore. Cojines y letras en la pared, de venta en Lu Ink.
Baño con formas geométricas
La bañera, de cemento pulido, y la ducha -oculta tras dos paredes de obra pintadas en color blanco- mantienen un armonioso juego de volúmenes que aporta singularidad a la decoración y equilibrio al espacio. De Filocolore: cesto con tapa y cortinas. En el suelo, cesta con asas, de Lu Ink. Sobre la bañera, cojines beis tipo colchoneta, de Coco-Mat.
El cemento pulido actúa como un hilo conductor entre las distintas zonas de agua: la bañera, las paredes internas de la ducha y los estantes de la zona de lavabo. El suelo, del mismo material, da una entidad propia a este spa privado. Lavabo, de la firma Roca. Toallas y productos de aseo, de Filocolore.
Detalles que marcan la diferencia
- Los materiales recuperados antiguos, adquiridos en empresas especializadas, dan autenticidad a la vivienda. Los ladrillos vistos de la pared ofrecen una superficie continua, sin las duras sombras que provocarían las aristas afiladas de unos ladrillos nuevos. Y las losetas de barro con las que se pavimentó el jardín lo embellecen con un acabado irregular lleno de matices cromáticos.
- El respeto a los elementos típicos de la zona -como el tejado a dos aguas, las puertas de hierro o los porticones- aumenta el valor arquitectónico y decorativo de la casa. PLANO
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