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La casa rústica típica del norte es la casona. Se trata de un edificio con una corralada delante de la casa. La fachada se orienta al mediodía o al sudeste para evitar el frío. La construcción, de mampostería vista o encalada, tiene ángulos y aberturas de sillería, y su tejado a dos aguas se cubre con teja árabe. En el primer piso destaca la galería o solana, una balconada corrida que se cierra con grandes ventanales para aprovechar la luz natural. La solana se asienta sobre muros que sirven de paravientos y que dan lugar a un soportal, en el que se abren portones de madera con portaladas de piedra.
En el interior, los muros se enyesan y contrastan con los suelos, de piedra en la planta baja y de madera de castaño en la alta.
Puertas y ventanas se identifican con facilidad por sus cuarterones.
Salvo en el caso del cigarral toledano, no existe una arquitectura que unifique ambas Castillas. Cada zona dispone de elementos propios. Sin embargo, algunos rasgos sí están presentes en parte de las viviendas castellanas, como las cubiertas con tejas de barro, con la teja cóncava para facilitar la caída de la nieve en las zonas frías. Las puertas de entrada, de madera, tienen doble batiente y gatera. Los muros son de piedra si en la zona hay canteras, o de adobe. Los ventanucos, sin contraventanas ni rejas, se enmarcan con bloques de piedra o porticones de madera.
Y en el interior, el suelo de barro natural a veces se pinta en un color que se prolonga por las paredes hasta formar un zócalo a media altura.
El mobiliario es sobrio, con la mesa tocinera como pieza clave. Los armarios de obra se cierran con cortinillas en lugar de puertas. Y en la cocina, la chimenea se atraviesa con varas donde antes se ahumaba la matanza.
La influencia musulmana en el Sur dejó huella tanto en casas humildes como en los cortijos. Los muros que aíslan el interior del calor extremo se construyen con tapial -tierra aglutinada con agua en encofrados de tablones-, con adobe, o con piedra en las zonas de montaña. La madera se utiliza en los forjados y en la viguería vista que decora tanto los techos rasos como las bóvedas de cañón.
En el tejado, a dos o más aguas, la teja árabe se recibe con barro. Fachadas e interiores se refrescan con cal blanca, en ocasiones teñida de color azul o del ocre albero.
El suelo es de barro o de losetas hidráulicas que dibujan bellos mosaicos, y las ventanas se realzan con rejas de forja. En las casas nobles el portón o la cancela conduce a un patio interior, dotado de una fuente o de un pozo.
LA COSTA DEL MEDITERRÁNEO
En las casas de la costa mediterránea los vanos de la fachada norte son pequeños para proteger del viento de la tramontana, mientras que en la fachada sur se permiten aperturas mayores. Las ventanas son rectangulares, con contraventanas de madera que se pintan en tonos oscuros: verde inglés, añil o rojo lacre.
LA COSTA DEL MEDITERRÁNEO
Los edificios se realizan con mampostería tosca, sillares de piedra de marés y cubiertas de tejas árabes que, en el caso de Menorca, se encalan para facilitar la reflexión de la luz solar.
LA COSTA DEL MEDITERRÁNEO
Los muros también se blanquean con cal, a veces mezclada con pigmentos y cemento para dibujar un zócalo gris azulado o gris plomo que protege de la suciedad. En el suelo, empedrados y baldosas de barro pintadas con una mezcla de cemento y almagre.
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