La sensibilidad innata de su propietaria, la interiorista Sylvia Melián —del estudio Melián-Aguilar— potenciada por ese oficio que da la experiencia se reflejan en cada detalle de esta casa.
La urbanización gaditana de Sotogrande en la que se encuentra era el enclave perfecto para planificar, con mimo, una segunda residencia en la que Sylvia pudiera refugiarse del acelerado ritmo de vida de nuestros días. La tranquilidad de la zona y el deseo de recuperar los buenos momentos que vivió durante la infancia en esa misma tierra fueron decisivos para embarcarse en un proyecto personal y muy gratificante.
Alejada de cualquier pretensión y de los dictados de las últimas tendencias, decidió planificar la decoración como una recopilación de muebles, cuadros y recuerdos que había acumulado a lo largo de los años. Un fiel reflejo de esos pequeños retazos que la permitían reconstruir los momentos más gratificantes de su vida.
Telas de intensos colores compradas en Tánger comparten espacio con detalles adquiridos en el Mercado de las Pulgas parisino y con antigüedades de Portobello Road, en Londres. Junto a ellos destacan, también, muebles que sedujeron a Sylvia desde algún mercadillo andaluz o en la trastienda de algún chamarilero local.
Los cuadros, una colección de la que la interiorista se siente especialmente orgullosa, desempeñan un papel fundamental en la decoración, expuestos en combinaciones que revalorizan y dan interés a rincones escogidos de la casa, como el comedor o el dormitorio de invitados. Sylvia Melián se ocupó, también personalmente, del diseño de las baldas y las librerías de madera que atesoran los libros predilectos. Elementos, todos ellos, que se integran en un proyecto del que forman parte los arquitectos Miguel Ángel y Joaquín Mier. El resultado es una excelente muestra de las posibilidades de la decoración cuando se humaniza y la vivienda se transforma en una casa con alma.
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La combinación de piezas de diferente estilo es la clave de la decoración en la zona de estar. Los tonos blancos de tapicerías y muebles unifican las piezas de procedencia tan dispar. Los cojines, en la gama del rojo, caldean el ambiente. Sofá, de Chisel. Cojines, de la tienda Meridiana. Mesa de centro Joe, de Nik’s Project. Puf, de Merc & Cía. Baúl, adquirido en un mercadillo. Cortinas de lino, de Lienzo de los Gazules.
Cada mueble y detalle adquirido en viajes,
deja su huella. Gracias a ellos, los ambientes reflejan parte de una historia personal y se hacen evocadores y próximos.
La posibilidad de disfrutar del magnífico clima gaditano llevó a organizar una zona bajo techado, abierta a la terraza, que sirve tanto de estar como de comedor. Un ventilador de techo y un estor enrollable garantizan la temperatura óptima, incluso en los días más cálidos.
Muebles de exterior con mucho encanto
Banco rondeño, de Juan Andrés. Mesa, de Meridiana. Cojines confeccionados con telas vistosas compradas en Tánger.
Detalles que decoran el comedor de exterior
Situado a continuación de la zona de estar, llama la atención por la original combinación de las sillas, alineadas en dos frentes: las de asiento rojo se compraron en el mercadillo de Sabanillas, en la localidad malagueña de Manilva, y las verdes se adquirieron en el sur de Francia. Mesa, de Nik’s Project. Lámpara de techo, de Youtopía.
En la pared del fondo, los cuadros son obras de Chema Madoz, Rafa Agredano y Ricardo Cadenas.
El exotismo del mueble policromado chino, con detalles exquisitos como la urna de cristal o el espejo redondo con hojas, convive en armonía con la cocina. Ésta se planificó con un criterio práctico y se amuebló con armarios blancos. Mueble policromado, de Meridiana. Urna con un coral, de Cachemir. Espejo, de Youtopía. Cocina, de Larmon.
El color blanco de los revestimientos y de la ropa de cama es un fondo discreto que cede todo el protagonismo a varias piezas singulares. Como el espejo octogonal de pared o los muebles que desempeñan la función de mesillas: una pequeña escalera a la izquierda de la cama y una librería baja a la derecha. Escalera, de La Europea. Sobre ella, flexo Tizio, de Años Luz. Estantería en color turquesa, de Tiempos Modernos.
Las dos camas comparten una misma mesilla. Para que fuera un poco más ancha de lo habitual, se eligió una mesa de jardín, plegable. Encima se colocaron dos flexos. A cada una de las camas, vestidas con colchas a rayas, se le dio una entidad propia con un plaid de ganchillo, en el caso de la primera, y un butí en tonos rojos. La pared donde se apoyan las camas se decoró con una composición rectangular a base de cuadros de diferente tamaño y forma. Farol en el techo, de Meridiana.
Colchas a rayas de Meridiana. Mesa, de La Europea. Flexos Tolomeo, de venta en Años Luz.
Una dosis justa de audacia permite combinar materiales distintos
y diseños de estilos diferentes para crear espacios que cautivan por su carácter.
El color blanco de las paredes da sensación de continuidad y se convierte en hilo conductor a lo largo de toda la vivienda.
Las paredes cobran vital importancia como soportes de cuadros y de espejos originales que desempeñan un papel destacado en la decoración de la casa.
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