Un piso pequeño en tamaño, pero grande en estilo
Londres, 36m2, un edificio protegido y un presupuesto muy ajustado. Estas son las características de una reforma que convirtió un estudio inhabitable en un hogar lleno de encanto.

"¡Adjudicado!". Esta palabra y un golpe de martillo convertían a Ben y a Susanne en los nuevos propietarios de un estudio de 36m2 situado en un edificio construido en 1860 en el barrio londinense de Islington. Solo se disputaban su propiedad con otra pareja ya que el estado de la vivienda era bastante mala y, al encontrarse en un edificio protegido, eran muchos los impedimentos que el ayuntamiento ponía para reformarlo. Pero esto no desanimó a Ben, arquitecto del estudio Architecture for London, que vio en este miniestudio muchas posibilidades.
Para hacerlo más funcional, cambiaron de lugar el dormitorio y la cocina y abrieron esta al resto de la casa. Querían devolverle el esplendor del pasado, por lo que eliminaron las capas que anteriores propietarios habían ido añadiendo durante décadas. Arrancaron el suelo de linóleo para dejar a la luz el original de madera que lijaron. Las molduras originales tenían tanta pintura encima que su diseño casi no se percibía, por lo que la retiraron. Las autoridades les obligaban a replicar el estilo decimonónico y comenzaron una ardua labor de investigación entrando en las casas de sus vecinos para localizar elementos originales y replicarlos. Entre estos elementos se encontraba la chimenea, que volvieron a poner en funcionamiento y para la que diseñaron un frente en mármol de Carrara. este mismo material lo emplearon en la encimera de la cocina, para dar continuidad al espacio, y lo combinaron con otro más modesto, MDF, para los armarios. Todo con un presupuesto de poco más de 30.000 €.
Este continente de hechuras clásicas contrasta con las piezas de decoración, en su mayoría diseños contemporáneos de estilo nórdico y mid-century. Desoyendo las normas para decorar espacios pequeños, pintaron las paredes y techo del dormitorio de un gris oscuro porque "lo hace más acogedor y, por la noche, no puedes percibir dónde termina la habitación", explican.