Situado en el sótano de una casa familiar que durante muchos años sirvió como trastero y despensa, este apartamento de 45 metros cuadrados se diseñó para una joven pareja que adora pasar tiempo en compañía de sus dos gatos. El proyecto se focalizó en aprovechar al máximo el espacio y ampliar la entrada de luz natural, modificando la altura de los alféizares de las ventanas que se encontraban a ras de estas y obstaculizaban el paso fluido de los rayos del sol.
En cuanto a la decoración, se apostó por un claro estilo nórdico y minimalista en tonos neutros que favorecen la calidez y la luminosidad, aportando elegancia.
La entrada al apartamento se encuentra en la planta superior. A través de una puerta de vidrio accedemos a un pequeño pasillo donde predomina el color blanco en todos sus paramentos, aportando claridad y continuidad a la vivienda.
Desde este rincón llegamos a una escalera de madera maciza de roble, rehabilitada para crear un arrimadero de DM pintado en blanco que actúa como pasamanos, con bañadores de pared integrados para iluminar los peldaños.
La planta baja se concibió con un espacio prácticamente diáfano, con suelo de madera de roble y paredes blancas. La privacidad entre dormitorio, zona de trabajo y salón quedó resuelta gracias a dos cerramientos de hierro y vidrio.
Esta composición simétrica ordena visualmente el espacio y permite que la luz fluya por toda la estancia.
Para percibir el máximo espacio, la cocina se construyó en el hueco bajo la escalera, donde también se encuentran los armarios destinados al almacenaje. De este modo, la cocina queda abierta al salón dando lugar a una circulación fluida.
En los extremos de la planta se situaron las zonas privadas: a un lado, el dormitorio con su baño; al otro lado, un espacio polivalente que hace las veces de comedor o zona de trabajo, y que en un futuro podría servir como dormitorio pequeño, ya que cuenta con zona de almacenaje y baño completo.
Proyecto e información: Cortesía de Lucia Buiza Interiors.