Hiroshi Sugimoto fotografía el mar de manera obsesiva. En sus imágenes, una línea horizontal separa dos masas densas: el cielo y el agua. Una habitación mirando al mar es una fotografía de Sugimoto hecha arquitectura.
Al entrar en el apartamento, se produce un radical contraste con respecto al resto del edificio, característico del urbanismo de los años 60-70 en la Costa del Sol.
La galería se quiebra para diferenciar una terraza exterior y un mirador interior. El suelo de linóleo, cálido y agradable mitiga el ruido, unido al techo acústico y las buenas carpinterías se consigue que el apartamento se aproxime a una cámara anecoica. El color gris fomenta el contraste entre el dentro y el afuera.
El tiempo queda suspendido por la vista del mar sin límites, tan solo recortada por la arquitectura.
Los tabiques se demuelen y son sustituidos por un único carril de cortina que recorre el techo.
Un simple cambio de posición de las cortinas genera un cambio completo de percepción del espacio, ampliando las posibilidades de 50 m2: una habitación diáfana, un dormitorio aislado, un segundo dormitorio con una cama canguro, el salón separado, el comedor–cocina, el despacho...
La sencilla estrategia arquitectónica de particiones flexibles multiplica las posibilidades del espacio.
La reforma ha logrado convertir el paisaje marino en el verdadero protagonista del apartamento.
Proyecto e información: Cortesía de Estudio Primitivo González.